Luisa González, sola contra todos
La última semana ha sido una tormenta perfecta para el movimiento correísta. Con escándalos judiciales, expulsiones internas, deserciones políticas y una creciente pérdida de legitimidad, Revolución Ciudadana enfrenta uno de sus momentos más críticos desde su creación. La expulsión de Santiago Díaz Asque por una grave denuncia penal, la salida voluntaria de la asambleísta Jhajaira Urresta por conflictos internos con Luisa González, y el distanciamiento de figuras como Marcela Aguiñaga y Pabel Muñoz reflejan una fractura profunda que trasciende lo ideológico y se enraíza en un liderazgo rígido e intransigente.
Luisa González, figura central del movimiento y principal heredera del legado de Rafael Correa, ha dejado claro que no hay espacio para quienes cuestionen la línea dura del correísmo. Su declaración en Esmeraldas fue contundente: “El que no se sienta correísta, está en el movimiento equivocado”. Esta postura, en lugar de contener la crisis, parece acelerarla, alejando a militantes con liderazgo propio y cercenando cualquier intento de renovación interna.
Mientras tanto, Correa sigue dirigiendo el movimiento desde el extranjero, sin ceder espacio a nuevas voces ni permitir que la organización se adapte a las nuevas realidades políticas del país. Lo que alguna vez fue una fuerza política dominante, ahora parece replicar el destino de otros movimientos populistas ecuatorianos que colapsaron junto a sus líderes.
¿Estamos ante el principio del fin de Revolución Ciudadana o será este otro capítulo de resistencia antes de una reinvención? Solo el tiempo —y las urnas— lo dirán.
